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Foto del escritorAdriana Somófora

Si pudiera platicar con mi bisabuelo le diría que qué bonito nombre tiene , Amado Delgadillo. 


Esta es la recámara en la que pasó sus últimos días. Los muebles y los sentimientos siguen intactos a más de 64 años después 


A sus casi 90 años la vida y la comida ya no le estaban pasando. 

Los médicos llegaron en avioneta aterrizando en el carril de caballos, algunos creyeron que fue demasiado tarde, pero Amado sabía que habían llegado a tiempo, que era el tiempo. 


Me contaron que dio instrucciones hasta para su funeral, cuando terminó dijo "Ahora sí" y sus hombros cayeron en coma para morir unas horas después.


El arroyo tenía 9 días corriendo y temía que no pudiera pasar la camioneta con su ataúd camino a la iglesia de la hacienda donde fue sepultado.


Pero la naturaleza abrió el camino para su despedida y llegando al casco de la hacienda las campanas y el llanto contenido de sus hijos lo recibieron en su descanso eterno.


Todo esto nos lo contó hoy su hija de 94 años.

Todavía le duele, todavía le llora.


Hay llantos y campanas que nunca dejan de sonar.



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Foto del escritorAdriana Somófora

De niña inventé una caricia y le llamé bombón. Consiste en juntar tu cachete al de la otra persona y así pegadito deslizarlo en círculos, en cada vuelta se dice bombón bombón, después evolucionó con nueces que son besos. Hoy se lo hice a esta yegua y creo que le gustó.


Si un día te hago bombón bombón es porque ya te quiero todo lo que puedo querer.




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Foto del escritorAdriana Somófora

2678797 el número de registro del cuaco que me presentó la muerte. El Nudo.


Ese día llegó desde el desierto la llamada con la noticia de que el caballo favorito había fallecido.


Yo no conocía a la muerte, somos de familia de vida larga, la única que había muerto cuando yo ya estaba en este plano era mi bisuabela Lola quién no supo que tendría una bisnieta más.


El día que mi madre se enteró que venía en camino internaron a la abuelita Lola y cuando mi mamá fue a visitarla, se guardó la noticia de su embarazo para el siguiente día, pero ese día solo se habló de muerte y no de vidas que llegaban.


Mi otra bisabuela, era mi abuelita Emilia Gaytán. Ella se despidió con pocas canas y a pocos días de cumplir 100 años, cuando yo ya era adulta.


Lo que recuerdo del Nudo es que fue el caballo de mi primer miedo en el reparo. Lloré y grité y seguía reparando, no le tenía miedo al Cuaco, tenía miedo que el que llevaba la rienda no lo pudera controlar. Era mi papá que no sabía de caballos ni de otras riendas.

Desde ahí me enseñaba algo el Nudo.


Todos tenían sus propias historias con el animal. Y a cada uno de los Delgadillo les llegó su dolor.


Ese día vi tristes a todos y yo me puse triste junto con ellos por mi historia y por su tristeza.


Yo no conocía de los dolores en manada.

Hasta que le dio ese cólico al Nudo.


No me lo explicaron porque no se podía, no existía una palabra que significara las tristezas que siente una familia entera al mismo tiempo.


Con los años llegaron más tristezas que nos pusieron así y la palabra seguía sin exisitir.


Tal vez es porque tanto dolor no cabe en una palabra por eso yo lo puse en cuatro:

Está triste la caballada.




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