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  • Foto del escritor: Adriana Somófora
    Adriana Somófora
  • 3 nov 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 31 oct 2024

Dolores, perdóname por no escribirte ayer, fecha en la que los muertos bajan a la tierra.

Pero es que aunque ya van siete altares que te hago, aún no acepto eso que llaman tu muerte.


Algunos me han preguntado por qué lloro de repente, o por qué hablo de ti con una mirada triste que cuenta mucho más que mis palabras, y es que no puedo dejar de llorarte, no quiero dejar de llorarte, porque siento que sería como olvidarte, como si ya no me importara no poder abrazarte.


Hay días en los que duermo mucho y no sé si es por mi diagnosticada tristeza o por los intentos que hago de buscarte en mis sueños.


En una de nuestras últimas pláticas te dije que te fueras tranquila, y quiero que allá en donde estás sigas así, soy muy feliz porque te tuve, pero vivo triste porque ya no estás.


Sé que ayer viniste a tu altar, sé que todos los días vienes y que todos los días me quieres, pero hay días (muchos) en los que quisiera llegar a la casa y contarte que sigo casi a cada segundo guardando la vida en mi cajita negra, porque tengo miedo de que se me vaya algo otra vez, quisiera contarte que encontré a alguien de manos grandes y ojos de laguna que también me llama “mi chaparrita”, que cumplí 31 pero me siento una niña, tu niña, que sigo aprendiendo de la vida y que cada que sigo tu ejemplo me va bien.


Quisiera decirte tanto y es entonces que todo lo que te quiero contar va cayendo como un nudo en la garganta, que tengo que sacar cada día en llanto y es por eso que te lloro tanto.

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  • Foto del escritor: Adriana Somófora
    Adriana Somófora
  • 11 may 2021
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 31 oct 2024

Hoy conocí las lágrimas más pesadas.

Sus dueñas, las madres de los desaparecidos.


Pesadas por el incalculable dolor que cargan desde que no ven más a sus hijos.

No lloraban mucho, eran pocas sus lágrimas, pero pesadas como el plomo.

Se tardaban en caer, quizá les quedan pocas de tanto que han llorado, pero cuando lo hacían a su paso rasgaban sus caras y alma.


Mientras otras madres conservan en sus mesas de centro ramos de flores vivos y frescos por ser 11 de mayo, ellas con la vida marchita piden a gritos que les acaban la voz,

encontrar a su hijos, aunque sea muertos, pero encontrarlos.


Al pasar con mi cámara, daban la cara y extendían las pancartas, esperando que la foto tomada tenga el destino de dar con el paradero de sus hijos.


Vi a una madre acariciando la foto de su hijo, no escuché que le contaba, pero pude leer en su mirada que le decía que nunca dejaría de buscarlo.


Me dieron ganas de ser creyente para rezar por ellas, de abrazarlas, de decirles que lo sentía y que comprendía su dolor, pero solo entre ellas pueden comprender y compartir su pena.


Juntas marchan, cantan, piden ayuda, piden justicia, todo sin miedo, pues como dicen ellas ya les han quitado la vida.




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  • Foto del escritor: Adriana Somófora
    Adriana Somófora
  • 10 may 2021
  • 1 Min. de lectura

Actualizado: 31 oct 2024

Ven a contarme una de tus historias.


Quiero escuchar tu voz vieja, esa que me hacía viajar en el tiempo a un mágico relato.

Quiero sentirme en esas fiestas a las que asistí solo en tus recuerdos compartidos que me hacían sentir ahí, quiero volver a los viajes que hacías con tus hermanos. Quiero sentir que soy la que escucha a Dagoberto de 8 años contarle que cuando sea grande estudiará en Alemania y verlo cumplir su meta. Y que si te hace falta, desahogues tus pesares, esos que pasaste cuando te llevaron al desierto, lejos de tu familia.


Demos una vuelta en el descapotable de tu hermano o caminemos dos cuadras por una nieve al jardín de San Marcos.


Quiero entrar de tu mano grande y tibia al cuarto de máquinas para ver cómo deshilan la tradición de tu pueblo, y que me dejes ahí y en un abrir y cerrar de ojos se convierta en lo que fue décadas más tarde, mi cuarto de juguetes y volver a jugar contigo a la cocinita o al restaurante.


También quiero platicarte un poco de mis historias, esas que ya no alcanzaste a conocer.

Quiero contarte que estoy bien, que en estos años de no verte he amado profundamente y que he aprendido poco a poco a sanar nuestras heridas, las mías y las que me heredaste.


Platícame Dolores, lo que quieras, en el cuarto de tele o en el mueble de madera, con unas naranjas con tajín o unos cacahuetes y un vaso de coca, pero por favor ven y cuéntame una historia.



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