La noche en el sofá
- Adriana Somófora
- 26 sept
- 3 Min. de lectura
Me dormí en el sofá para no extrañarlo en mi cama.
Buscando un poco de su aliento en el incienso que dejó en la sala, sin las botas, pero con la luz prendida, como para no soñar con él y sin planearlo (como todo lo que ha sucedido entre nosotros) cerré los ojos hasta el amanecer.
Desperté sin extrañarlo, no porque no lo quiera ver, es porque estoy acostumbrada a sentir en soledad y querer con distancia, y aunque todavía no sé si lo quiero, me queda claro que lo que siento tiene la fuerza para que esto pase, tal vez es por eso que lo encontré a distancia, por mi miedo a que me quieran de cerquita.
Dentro de la casa que nací, me quisieron, y tal vez mucho, pero con cariños enredados que quisieron atraparme cuando el amor es libertad, por eso siempre buscaba salir de esa casita, para a unas cuadras encontrar la de mi abuela que era grande por su patio y por la libertad que me daba de correr ahí y fuera hacia donde yo quisiera. Casona a la que finalmente me fui a vivir para sentirme amada. En Allende y libertad me quisieron de cerquita y cómo necesitaba. Cada hoja del almanaque de la despensa que pasé ahí sentí amor y aunque la casa era grande y Dolores no era de abrazos, yo los podía sentir a través del pasillo que nos separaba la noche.
Nunca usó las palabras "te amo"pero con los llamados a comer que atravesaban el patio como un te quiero que se grita cuando ya no se puede sostener en el cuerpo, hasta que su sazón ya no pudo ir más a la cocina. Hace once años que Dolores se fue a quererme desde su cielo que muchas veces me queda demasiado lejos, tan lejos, que aunque la he visto nunca he logrado que nos volvamos a abrazar.
Hace once años aprendí a querer de lejos.
Cuando Dolores se fue, prometí no volver a querer, para no sufrir, pero por más que me quise escapar, el amor me ha alcanzado algunas veces.
9,200 km
520 km
271 km
1,275 km
¿Por qué será que me busco los amores a distancia?
Será que quiero la ventaja para cuando necesite correr de ellos, o para no sentirlos lejos cuando se vayan.
Será que me da miedo que de estar tan cerca se me acaben pronto los abrazos que tengo para dar.
O que tengo miedo a que me quieran como me quisieron en la casa de pocas distancias en la que nací.
Será que siento que de lejos es más difícil que me tiren la mangana y me lastimen.
O es porque en los viajes a visitar esos amores, he encontrado los faros que me ayudan a no perderme en el amor. Como esos kilómetros en los que supe que no volvería a la vida con el músico, o como ese vuelo en el que decidí que el ojos de laguna saliera de mi vida.
No sé si esta vez sea diferente, pero me gusta creer en las señales, y esta semana me encargaron un corazón de hojalata, y resulta que el mejor lugar para encontrarlo es donde vive él.
Y aunque los medios que arrastro de kilómetros pasados intentan frenarme, está vez no temo desbocarme como yegua bronca para salir a buscar ese milagrito que me encargaron por allá.
Adriana Somófora




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