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Todos los días, toda la vida

Foto del escritor: Adriana SomóforaAdriana Somófora

Febrero 2025 

Desde la ciudad en la que estudiaste cómo curar el cuerpo. 



Doctor José de la Serna para muchos, mi tío Pepe para mí,

el hermano mayor de mi abuela: 


Te amo por tus ojos azules, manos grandes y corazón enorme, todo igual a tu hermana Lola, la “Alma mía de mi grandota” de Gustavo y el gran amor de mi vida.  


También te quiero porque siendo la eminente leyenda de la medicina cruzaste la puerta del hospital para estar al pendiente de mí cuando tuve el accidente. 


Y te quiero profundamente porque aprendí a quererte a través de la mirada de mi abuela que te veía como un segundo padre. 


Te quiero porque volviste al hospital el día que le dio el derrame a tu hermana. 

Nos cruzamos en la puerta de restringidos accesos, a ti te dejaron entrar porque eres el doctor de La Serna, a mí porque mi madre le dijo al guardia que la paciente era como mi madre, el estricto guardia se conmovió con mi mirada acuosa y con tus ojos poderosos, pasamos juntos. 


Cuando yo conocí a Dolores, ella ya no lloraba. Un día me contó que las lágrimas se le acabaron cuando murió su Dolores, tu madre, desde ese día no volvió a ir a un sepelio ni a llorar. 


Cuando entramos juntos al hospital, yo corrí a la camilla donde estaba  mi abuela, y tú te quedaste recibiendo el informe. Después de unos minutos pasaste y ahí conocí las lágrimas de Dolores. Entre caminos de agua salada que recorrían su cara parcialmente congelada, sollozos y dificultades para hablar, Dolores decidió usar algunas de sus últimas palabras para al cruce de sus miradas azules decir “José mi hermano, es como mi padre” 


Por tus conocimientos sabías que Dolores estaba en el camino de su partida, pero más que por los conocimientos de los cuerpos y sus ciclos, por conocer a esa mujer con la creciste en un rinconcito de Clavillo. 

Y aunque mi deseo era que ella se quedara, tus palabras me dieron serenidad para acompañar a mi Dolores en los días en los que se despedía de ese cuerpo de ojotes azules. 


Ya no ejercías tu profesión, pero fuiste todos los días al hospital a curarnos algo más profundo que el cuerpo, porque cuando la medicina ya no alcanza, llega la hora de curar con el amor. 


Dolores se fue a la casa y la seguiste visitando en la habitación que décadas atrás había sido tu consultorio, volviste a curar entre esas paredes, porque con cada visita nos curaste el corazón. 


A mí me lo curaste cuando al lado de mi gran amor le dijiste:

“Deberíamos vernos más seguido, todos los días, todo la vida”  


Mi tío Pepe, mi pedazote de Dolores, de la Serna, gracias por ser  magia, esa con la que has curado tanto, desde que convertiste a tu Dolores en madre, hasta hoy más de 104 años después.



Adriana Somófora

Nieta y la “mi chaparrita” de tu hermana Lola


 
 
 

2 Comments


Adriana Somófora
Adriana Somófora
Mar 02

Tremenda vara… que afortunados somos. Chulada como los describes

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Fabián S.H.
Fabián S.H.
Feb 24

Me encantó tu publicación, todo lo sentí y vi tal cual. Son gente que trasciende más allá de su profesión, todos ellos muy brillantes, unidos, inteligentes, tocaban a todos en esta tierra en lo que hacía cada uno, mi abuela con su enorme corazón, su cocina heredada a su vez a su tocaya e hija incondicional, ese amor que se transmitía en cada detalle que nos daban como sus sobrinos, hijos, nietos y hermanos.


Mi tío José como hermano mayor y ejemplo para todos, el médico de la familia, quien estuvo al pendiente de mi padre  a raíz del cáncer en uno de los riñones y de todos sus hermanos, de mi abuela en todas sus enfermedades y padecimientos y…


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