2678797 el número de registro del cuaco que me presentó la muerte. El Nudo.
Ese día llegó desde el desierto la llamada con la noticia de que el caballo favorito había fallecido.
Yo no conocía a la muerte, somos de familia de vida larga, la única que había muerto cuando yo ya estaba en este plano era mi bisuabela Lola quién no supo que tendría una bisnieta más.
El día que mi madre se enteró que venía en camino internaron a la abuelita Lola y cuando mi mamá fue a visitarla, se guardó la noticia de su embarazo para el siguiente día, pero ese día solo se habló de muerte y no de vidas que llegaban.
Mi otra bisabuela, era mi abuelita Emilia Gaytán. Ella se despidió con pocas canas y a pocos días de cumplir 100 años, cuando yo ya era adulta.
Lo que recuerdo del Nudo es que fue el caballo de mi primer miedo en el reparo. Lloré y grité y seguía reparando, no le tenía miedo al Cuaco, tenía miedo que el que llevaba la rienda no lo pudera controlar. Era mi papá que no sabía de caballos ni de otras riendas.
Desde ahí me enseñaba algo el Nudo.
Todos tenían sus propias historias con el animal. Y a cada uno de los Delgadillo les llegó su dolor.
Ese día vi tristes a todos y yo me puse triste junto con ellos por mi historia y por su tristeza.
Yo no conocía de los dolores en manada.
Hasta que le dio ese cólico al Nudo.
No me lo explicaron porque no se podía, no existía una palabra que significara las tristezas que siente una familia entera al mismo tiempo.
Con los años llegaron más tristezas que nos pusieron así y la palabra seguía sin exisitir.
Tal vez es porque tanto dolor no cabe en una palabra por eso yo lo puse en cuatro:
Está triste la caballada.
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