Catorce de enero del 2025
El no ser la persona especial de alguien me ha mandado al doctor de los locos y los tristes, ayer a un día de tu cumpleaños, tuve esa tristeza que casi me manda de nuevo a ese lugar.
Pero en una plática de esas que el universo nos trampea poniéndolas como “casuales” mi hermana me hizo saber que yo fui tu persona especial.
Curiosa de cómo lo había descifrado y en fanática de las palabras buscando explicaciones digeridas , le pregunté qué era lo qué me decías para que se notara que era tu favorita. Pero me dijo que no hacían falta las las palabras (tal vez ella no supo de las que pronunciaste antes de morir, donde ya sin tiempo para suposiciones me dijiste en lo último que te escuché “mi chaparrita la más fiel” a lo que con mi adicción a las risas y el nerviosismo de ser la última vez que te escucharía te contesté: "¿fiel como perro?" , respondiste “no” y querías decir más y como ya no hubo fuerza las palabras se salieron por el azul de tu mirada y lo entendimos todo, todo lo que sentíamos y lo que había en medio de nosotras.
Ayer mi hermana intentó explicar con palabras eso no que no vivimos con ellas, le costaba explicar eso que se guardó durante la década que que no hablamos.
Logró decirme que cuando yo llegaba a tu casa el aire que respirabas cambiaba, que se dibujaba una sonrisa en tus labios y que la voz que salía de ellos tomaba otro tono y volumen. Que tu mirada se “encapotaba” cada que yo cruzaba la puerta del postigo.
Quería (necesitaba) saber más de tu amor por mí y seguí preguntando.
Me contó que me cargabas en tus piernas y yo dije, bueno, a todos nos cargó así de bebés porque de pie no podía por las cirugías en sus rodillas, y me sorprendió contándome que a mí no me dejaste de cargar pronto, calculó mi edad con el recuerdo de lo que había en mi cara “Recuerdo que tenías dientes, lo sé porque te recuerdo sonriendo”
Ahí supe que la memoria relatada por mi hermana era verdadera y no una de esas que se fabrica la mente con los años y el anhelo de las cosas que hubieran pasado y no pasaron.
Como esa que me dibujé en mi mente de tu mano entregándome en el altar el día de mi boda, o la de volver a tu cocina y estar aprendiendo a preparar los frijoles como tú.
Poniendo mucha atención a la fababada que hacías.
Conocí a alguien que es de Brasil y me contó que ese es el platillo típico de por allá.
Me gustaría decirle que puedo cocinar ese plato tan rico como lo hacía mi abuela, que aunque era mexicana de Calvillo podía hacer magia en cualquier cocina del mundo.
Pero no aprendí a cocinar fabada ni ninguna de tus recetas.
No me enseñaste a cocinar,
pero me enseñaste a querer.
Y si el paulista supiera como querías, no haría falta que supiera hacer fabada para conquistarlo.
Igual no quiero intentar hacer la fababada.
Yo ya fui la persona especial de alguien, de ti. Y saber eso evitará que regrese al doctor de la tristeza.
Que oportuno que lo supe ayer, así me dio el tiempo preciso para ser feliz hoy, en tu cumpleaños y celebrar.
¿Será de locos festejar el cumpleaños de alguien que su cuerpo ya murió?
Pues que me manden al doctor y esta vez por la Lo Cura y no por la tristeza.
Pero que me manden después de que hagamos tu fiesta hoy.
Porque ya no tengo vergüenza de decir que estás conmigo, que me visitas y de que estoy segura que lees las cartas que te escribo. Que sigues siendo mi persona favorita, mi amor bonito.
Te voy a prender una vela, pero hoy será lejos de tu altar, la pondré sobre la mesa y conseguiré un pastel con guayaba para que te recuerde a tu Calvillo, a tu presa de los Serna y celebraremos, porque para mí hoy cumples un año más cuidándome, queriéndome y enseñándome a querer.
Feliz cumpleaños Dolores.
Tu chaparrita.

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